3 de noviembre de 2011

De camino.

He caído en un agujero negro que da vueltas e interminables vueltas y me absorbe hacia dentro, no veo ninguna salida. Al final de ese agujero hay una luz, una luz brillante, del color de una mariposa, el olor de un día soleado, el sonido del canto de un pájaro escuchado bajo el agua teniendo los ojos cerrados, el sabor de un primer beso, el tacto de su espalda cuando se le pone la carne de gallina. Del lado en el que vengo, en cambio, hay oscuras nubes que amenazan con descargar su valiente tormenta, un coche estropeado que deja un negro humo allá por donde pasa, incontables gotas cayendo en un suelo ya mojado, la presencia de mentiras por todas partes y una gran masa de odio extendiéndose por mi mano. ¿Qué lado se supone que debo escoger, aquel al que estoy siendo arrastrada, donde todo son colores vivos y felicidad en mi rostro, o aquel viejo, en el que mis ojos ya están hartos de llorar? Está claro que me dejaré llevar a donde la felicidad no es una meta, sino un estilo de vida,  aunque todo sea una mentira creada por mi imaginación. Da lo mismo, sea mentira o verdad, en mi interior sentiré una absolutamente verdadera y pura felicidad.
Sí, me dejaré caer hacia ese pozo sin fondo, donde la libertad, mi libertad sea respetada por todo y por todos, ese mundo en el que la gente no mire extrañada por la calle al verme sonreír ampliamente, en el que pueda cantar a todo pulmón que eres mi vida sin que tenga que ocultar mis ojos. Estoy de camino hacia esa especie de sueño, y en el camino bailo con el aire, me río con el juego del sol y las hojas, lloro de alegría, hago lo que quiero. En el fondo sabía que era cuestión de tiempo, que alguna vez llegaría la hora en la que me empezara a sentir libre.

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