3 de enero de 2012

Me he dado cuenta.

Es la primera persona a la que he querido y siempre querré. El primero que me hizo quererme a mí misma. Cuando le recuerdo siento realmente lo que es echar de menos a alguien. Lo echo de menos tantísimo.

La simple idea de no volver a verle nunca más, sólo pensar que nunca volveré a ver sus perfectos ojos, me causa pánico, me aterroriza, me hiela la sangre. Lo peor de todo es que no creo que sea curable. No quiero ver una yo de sesenta años a la que le corren lágrimas por los ojos al recordar cuánto le quiero, y lo que habría dado por verle solamente una vez más. Habría dado más que mi vida.

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